Aún tenemos edad para desertar
Trabajaron. Cometieron un error. Está bien. Se les ha dado una segunda oportunidad. Hoy se manifiestan para mantener su jubilación a los sesenta años. No quisieran trabajar más. Sin embargo, trabajaron. Esperaron a que pasara. Finalmente, pasó. Y con ello, ustedes mismos.
Si hoy en día se acercan a los sesenta años, en el 68 estaban en los veinte. Lo vieron, supieron que otros mundos eran posibles que aquel que se construyó con su participación. Lo olvidaron, fingieron haberlo olvidado. Actuaron como si el trabajo fuera digno, soportable, interesante o simplemente humano. Las generaciones que les han seguido han imitado su resignación, más grotescamente: su entusiasmo.
Se les da una segunda oportunidad. Saben en carne propia que no quieren volver a trabajar. Que finalmente trabajaron sólo bajo coacción, y que crearon, para algunos, las ilusiones necesarias. Dejen sus ilusiones atrás, en caso de que las tengan. Es hora de hacerlo. Son capaces de permitírselo. A los sesenta años, no están completamente agotados. El gobierno y la dominación concibieron un cierto terror hacia ello. Les gustaría que volvieran a trabajar por cinco años más, para que estén realmente Agotados. Antes de que te liberen en el desierto.
Los gerentes de la sociedad les temen. Temen que, mientras estén vivos, deserten. Son capaces de permitírselo. Más que cuando tenían veinte años, quizá. Tienen los medios para desertar, al precio de renunciar al orden social que los ha consumido. Desertar significa: agenciar las condiciones para el florecimiento de relaciones menos mutiladas que las comandadas por la dominación mercantil (hostilidad bulliciosa, incomprensión sistemática de hombres y mujeres, ausencia de comunidad así como de verdadera enemistad y amistad, forclusión de la violencia, de la locura, del sufrimiento).
Tienen una última oportunidad de no traicionarse, de vivir, finalmente. Es la oportunidad de abandonar el barco. En cierto sentido, es nuestra última oportunidad. Un mundo que se dirige hacia el precipicio quiere asegurarse de no ir solo. Quiere arrastrarnos a su carrera hacia el abismo. Hará cualquier cosa para impedir, para aniquilar, cualquier secesión social. Sin embargo, ésta es la única aventura a la altura de la vida que está abierta para nosotros, en este momento.
EL CAOS SERÁ NUESTRA HUELGA GENERAL.